Mis abuelos de Lira tenían un gato con el que me gustaba mucho jugar. Los
domingos, cuando íbamos a comer a su casa, jugaba con él.
Mientras mi abuela María hacía la comida él corría detrás de la pelota en el
garaje.
Un
día el abuelo Mariano saliendo con el coche del garaje lo atropelló sin darse
cuenta. Desde entonces cada vez que vamos a su casa me acuerdo de él
y me pongo muy triste.
Alexandre
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